Mi verano más largo se comprime en cuatro estaciones, repitiéndose dos periodos estivales.
Han pasado tantos días en mi cama, que ni recuerdo sus nombres, pero su olor no me permite olvidarlos.
Ha sido un tiempo para tropezarme conmigo misma, y mil piedras que siempre estuvieron ahí. Me perdí tan pronto en tan pocos días, que tal vez fueron un agujero negro y no espacio.
Después de todas mis caídas y recaídas, me he levantado con más ganas de vivir, pero sin embargo, parecía que no me percataba de mis miedos, que se iban acumulando en una nebulosa de inseguridades y bloqueos personales que me han conducido a las noche más bonita para escribir.me.a.mí.
Vamos a anunciar las pérdidas antes de dormir, o que amanezca. La más importante fue la pérdida de identidad, seguida de la de mi hogar. Los sustos que las siete vidas no pudieron evitar saltar, y a veces la sonrisa que se disfrazó de adulto para madurar o para cargar con el inevitable dolor.
Sigo viendo las mismas cosas diferentes, será cosa de románticos, pero creo que viajan conmigo y evolucionan a mi paso, o tal vez sea yo.
Esa maleta que me alejará de un mundo ya vivido, me espera en todas las estaciones y se ha instalado en mi portal. Para irnos conociendo dice. Yo no respondo. Pero sé que me iré.
Inclusive, mi Principito se está cansando de mí.
—Ya no somos iguales.
—Nunca lo fuimos.
—Tú nunca entiendes nada.
—Y tú nunca respondes.
Aprende a desaprender.
—Hasta pronto niña grande, ven a jugar de vez en cuando.
—Lo intentaré.
HAZLO