Dentro del cuco había un pájaro que cada hora salia tres veces, cada media hora tan solo cantaba y cada día durante todo el año hacía lo mismo. Era su trabajo.
Para el pájaro los días eran iguales, conocía el tiempo, el leve viento al moverse pero no sabía nada y nunca fue capaz de confiar en el segundo.
Cu-cu-cu-cu-cu-cu, resonaron las paredes, al ritmo de un latido vibrante.
Entramos dentro de lo más parecido a la zona 51, donde las sombras eran más visibles y los fantasmas nos ponían a prueba.
La misma línea que traza el camino desde el punto de vista de cada una parece distinta, yo miro la tuya y tú la mía.
- No quiero ir a ciegas, ni pisar mal, cuando mi equilibrio falle...
- Te sujetare, aunque provoque una doble caída.
-¿Sabes por qué no me gusta estar lejos?
- No.
- ¿Sabes por qué aun así haces que toda frontera se borre?
- No.
- Pues deberías saber que todo sucede por la misma razón que soy feliz al mirar un escaparate, porque en todas partes hay pedacitos de ti.
- Deberías pensar menos en mí, si tu saturas tu cabeza conmigo y yo saturo mi cabeza contigo, crearemos personalidades egocéntricas.
La metamorfosis se produce a la unión, transforma.
El amor metamorfosea a dos personalidades, uniendo lo que se separo al nacer.
El pájaro vuela con el ala rota, comprendiendo que su existencia forma parte de un conjunto, la caja, las agujas y el cuco.
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