—¿Gustabas?
—Gustas –Miradita
de ¿contenta? Esboza su sonrisa, se le comprimen tanto los labios que parecen
una raya. —¿Puedo continuar?
—Oye, que yo no he dicho nada. –¡Ja! Mentirosa.
—Y eso, mira, mis caras me delatan, mi terrible
expresividad más bien, y jo, lo más lógico fue meterme contigo. Pero me
gustaste más de la cuenta en ese momento, además esos días comenzabas a llevar
un poco rizado el pelo y estabas muy guapa. Y me odie cuando te lo tomaste en
serio, y me pusiste esa mirada rota. Te hubiese abrazado con todas mis fuerzas.
—Y hubieses parecido una loca.
—Evidentemente. –Nos miramos con complicidad, como diciendo
y ahora mismo me besarías ¿verdad?
—¿Te acuerdas del primer día que fuiste a clase con tus
gafas?
—Bueno, sí, ¿por qué?
—Nunca te he dicho lo preciosa que te vi, ibas con tu
cazadora negra…
—De piel sintética.
—De piel sintética, una coleta y supongo que con la
camiseta mostaza que tanto me gusta –cara de pervertida —llevabas gafas y eso
era como mi kryptonita, quería decirte lo mucho que me ponía ese rollito a lo
Lois Lane. Es más, cuando me comentaste que creías que tendrías ponértelas me
alegre mucho.
—¿Así?
—Sí, pensé que me gustaría mucho verte así, porque me ponen
las chicas con gafas ¿sabes?
—Eso es maravilloso –se sienta encima de mí, y coge mi cara
entre sus manos. Yo la miro con contemplación y deseo.