Mi madre hoy me preguntó qué quiero ser.
Un farbulleo sin ton ni son, antes de articular la respuesta más sincera que puedo dar, se atascaba en el paladar como cuando tenía 3 años y después, mi yo adulta tomó la palabra: no lo sé. NO LO SÉ (como un grito).
No sé ni dónde estoy, creo que hago tantas cosas sin sentido porque había que crecer y trabajar, por toda mi historia y siento que en este punto no sé qué quiero, al igual que a los 17 cuando tenía que elegir carrera.
¿Estudié porque no quería sentirme atrás? ¿Por no verme como alguien indigna?
Demasiado inteligente, demasiado prometedora,...
A veces pienso que nadie me ve, es como si cada parte estuviera fragmentada. Muy pocas personas ven mi arcoíris, mi todo.
Sigo sin saber qué quiero, pero lo único que he aprendido es lo que NO QUIERO o lo intento.
Vivir de forma poco convencional asusta.
Tendemos a juzgar desde nuestra mira.
Entendemos por la experiencia.
A veces estoy en la casa de Cumbayá, corriendo como si no hubiese mañana y saludando a las vacas, otras estoy corriendo por el soto a punto de que un atardecer se ponga, otras en el Pisuerga deteniendo estornudos,...
Mi hogar reside en un corazón más pequeño que el mío, en las cenizas del amor más grande de mi vida. Mi hogar es también mi madre y la tierra que hay bajo mis pies, el orgullo y la rabia.
Regia, fina y figura.
La señora que se viste de los patuquitos a las orejas.
Mi anhelo en este mes tan duro.
Me faltas.
Mi raíz, mi corazón, mi fiel escudera, la guerrera con la que viví mil batallas.
La vida sigue como película, como almacén o trastero.
Ahora brindamos por los caídos y después seguiremos manteniendo el corazón abierto.