—¿Y el cuerpo? ¿Qué hiciste con él?
—Pero deja de preguntar tanto cotilla. Tienes una mancha roja.
—¿Dónde? –Palpándose con las manos el pecho.
—Sí, ahí va a ser.
—Nunca se sabe.
—Tú querías que te mirase las tetas.
—¿Ha funcionado?
—A ver, ¿por dónde íbamos? –avergonzada.
—Yo creo que por una maniobra de distracción estupendiosa.
—¿Esa palabra existe?
—Ahora sí. Soy una mente privilegiada –se acerca, piensa que tiene los labios con forma de beso.
—¿Mente privilegiada? ¿Y por qué vas con manchas?
—Quítamela.
—¿Segura?
—Siempre –sujeta su pómulo.
—Abusas del pintalabios rojo. –Exhalación, mordedura del labio inferior, y suspiro. La besa. Se aparta despacio, la mira, y con los ojos clavados en su expresión...
—¿Qué dónde está el muerto? –estallido sonoro de risas.

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