martes, 19 de abril de 2016

QUECHUA A ODRE


Su cuerpo entero conjunto de virtudes, alberga todo pecado cometido; es el templo de su lujuria, y el cofre que contiene sus vicios. El manantial que debería emanar por él, se convierte en vino, en licor, cualquier destilería barata que pueda ingerir. El sabor de sus errores, aún lo palpa en la cama vacía, donde yacía el cuerpo de otro, de cualquiera. Intenta asfixiar sus sentimientos con sexo mecánico e insípido, intenta sentir algo por un momento, aunque ese algo sea efímero y se desvanezca tan pronto como llegó. 
El hormigueo en la punta de los dedos, el escalofrío que deja el frío que entra por la ventana, son el despertar de su desvalijada figura en la inconsciencia. Medita si es necesario vivir en la realidad, o darle más mecha al fuego que apaga su vida.

Se siente cuero, se siente piel, como un objeto usado por todos, que no tiene precio, porque nadie lo compra. 
Ella una vez tuvo raíces, fue parte de algo que iba más allá de su propia esencia. Pero cuando hay un giro inesperado en el argumento, la tragedia acompaña tus días. En su rostro se ven sus rasgos indígenas, toda su carne respira sabor a sus tierras. Ella se fue para olvidar. Quiere borrar de su memoria aquel mes de abril en que se salvó, pero perdió su casa, su familia, y a sí misma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario