Su cuerpo entero conjunto de virtudes, alberga todo
pecado cometido; es el templo de su lujuria, y el cofre que contiene sus
vicios. El manantial que debería emanar por él, se convierte en vino, en licor,
cualquier destilería barata que pueda ingerir. El sabor de sus errores, aún lo
palpa en la cama vacía, donde yacía el cuerpo de otro, de cualquiera. Intenta
asfixiar sus sentimientos con sexo mecánico e insípido, intenta sentir algo por
un momento, aunque ese algo sea efímero y se desvanezca tan pronto como llegó.
El hormigueo en la punta de los dedos, el escalofrío que deja el frío que entra
por la ventana, son el despertar de su desvalijada figura en la inconsciencia. Medita si es necesario vivir en la realidad, o darle más mecha al fuego que
apaga su vida.
Se siente cuero, se siente piel, como un objeto
usado por todos, que no tiene precio, porque nadie lo compra.
Ella una vez tuvo
raíces, fue parte de algo que iba más allá de su propia esencia. Pero cuando
hay un giro inesperado en el argumento, la tragedia acompaña tus días. En su rostro
se ven sus rasgos indígenas, toda su carne respira sabor a sus tierras. Ella se
fue para olvidar. Quiere borrar de su memoria aquel mes de abril en que se salvó,
pero perdió su casa, su familia, y a sí misma.
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