miércoles, 30 de agosto de 2017

Euforia

Hay una ciudad muy pequeñita instaurada en mi corazón. Todo gira en torno a la muralla que la protege como en su época medieval, formada por piedras salvajes al pie y tras varios cuidados las que la sustentan se levantan en sillares bien labrados. En sí misma es más bonita que ninguna. Además, hay un pequeño río seco la mayor parte del año, pero en periodo de lluvias ruge feroz y no solo se llena él, sino que riega un rinconcito escondido que si te envuelve cualquiera podría decir que está en Irlanda.
Llevo cada adoquín grabado en la planta de mis pies, y cómo olvidar a Euforia si es el único hogar que conozco. Sus callejuelas de piedras primitivas y sus cuestan que a veces «cuestan», emanan algo mágico a su paso, llenas de melancolía a veces, y de aires festivos otras, sobre todo cuando se extiende el buen tiempo. Pero la intimidad que desprende Euforia va mucho más allá, en las noches se deja recorrer casi a solas, y no es que los pies la toquen, sino que ella te acaricia como una amiga fiel guiándote a casa. ¡Y las luces! Es precioso contemplarla a la luz de las farolas, que enmarcan un anochecer oscuro con tonos anaranjados, allá donde se vaya.
Sus parques recogen besos de varios tipos, sobre todo «el parque de los enamorados» que espera a que vuelva a enamorarme porque me ha dicho que la última vez que nos encontramos tenía el corazón destrozado y hecho jirones.  Algún día le dije, no te preocupes que lo verán tus pastos y me sentaré en  tu mirador para lograr perder aún más la cabeza, si fuera posible. Se quedó tranquilo.
 Euforia es muy alta, por eso tiene una luz que tarda en apagarse, es el sol que la baña, pero también sabe ser fría, sopla un viento que se instaura en los huesos, y cuando nieva se puede volver a ser niño entre bolas de nieve.
Euforia, ojalá supieras lo mucho que te añoro, aún siento por las noches cómo me arropas y me das un beso en la frente. 
Una vez oí, que lo mejor que se podía hacer es enamorarse de los lugares, que así no se sufría pero ese que debió decirlo no conocía a Euforia, o nunca se enamoró de ningún lugar sea como fuere he de decirle lo que me rompe el alma tener esta relación a distancia, ya que Euforia está en mí. Yo soy Euforia, también.


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