De vez en cuando pensamos que todo puede cambiar,
hasta que el vigor de la esperanza se difumina.
Llegamos al final del día cansados, con el peso de nuestros sueños,
y dormimos poco por no soñar más.
Hola corazón despierto, vengo a apagarte, porque no sé
cómo soportarás otro golpe seco.
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