martes, 21 de mayo de 2013

Volver a no volver, ¿qué queda luego?
Los pasadizos del inconsciente me dejan remoloneando en la incertidumbre,
con un millón de sueños no soñados y con el pensamiento libre para pensar.
Viajas en la esfera subterránea, te mueves por tu mundo,
la noche acaece desnuda en tu luna.
Miras como si fueras de extrarradio, fumas con sensualidad y una delicadeza incauta, y te mueves como si en cada paso fueras a deslizarte y a desaparecer.
Todo lo que siento por ti y a la vez no quiero sentir, se convierte en hilo redentor y castigo.
La gota diminuta de una lágrima se vuelca a una horrenda tormenta,
sigue las trazas de un río ciego, desembocando en tu boca a plena lluvia.
Emana del sentido el latido vibrante, la corriente cargada en un campo de mil minas y el sulfuro de armamento para un regimiento.
Miento, enmudezco, el mar me arrastra a la profunda corriente,
sus olas, solas, invasoras de cada segundo de soledad.
Corrosivas balas de angustia, en tinieblas mal llevadas. Incauto amor.

Volviste, cargando con tristeza cada amanecer, negando las horas al tiempo,
arrancando cada aro de vida en las fachadas.
Rompiste la luz, el cristal y el fuego tomo posesión de la antorcha.
Bandera blanca fuiste, degenerando la paz, rindiendo a los soldados, abarcando guerras para perderlas.
Del hito al mito, del cuento a los sueños.
Volver, a no volver.


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