Cuántas veces desesperé para verte, para tenerte, cerca, tan
cerca como pudiera, como me dejarás, como quisiera, porque en ese entonces me
dejabas, yo, me dejaba, también.
«¿Qué somos?» Me preguntaste en medio de una pelea absurda. Recuerdo que en ese momento me sorprendí, y de repente comencé a reír. «Somos
personas, ¿qué otra cosa quieres que seamos?» Te fuiste dando un portazo tras
de ti. Estaba formándoseme un nudo horrible, en ese segundo estaba enfadada,
triste, con las tripas en la garganta con las mariposas en el culo y el puto
corazón en el riñón, o algo.
«Te quiero» Dijo mi voz, más bajita que el silencio, y con una lagrima hacinada en la mejilla. Simplemente me desmoroné. No tenía ganas de buscarte, ni de encontrarte. Ya no quería amarte. Ya estaba hecha una patata por tu culpa, «¡Ya basta de memeces joder!, ¿a qué estamos jugando?»
«Te quiero» Dijo mi voz, más bajita que el silencio, y con una lagrima hacinada en la mejilla. Simplemente me desmoroné. No tenía ganas de buscarte, ni de encontrarte. Ya no quería amarte. Ya estaba hecha una patata por tu culpa, «¡Ya basta de memeces joder!, ¿a qué estamos jugando?»
Ese día pensé que me moría. Me dolías tanto, jamás había sentido un dolor tan profundo, ni un llanto
tan amargo. Volviste pasando las horas. Abriste la puerta despacito, entraste
de puntillas, te sentaste a mi espalda, ¿para qué mirarnos cuando podíamos contemplar
el vacío?
«No me gustan las relaciones» ¿Y a mí qué? Yo que pinto en
tú maldito dilema moral. ¿No te gustan? Pues a mí ahora mismo la que no me
gusta eres tú. «Bien» «¿Sólo vas a decirme bien?» «Mira, estoy demasiado triste
como para contemplar esto como algo real, hazme un favor. Vuelve a hacer el numerito
de antes y vete, pero de verdad, márchate para no volver, ya no puedo más» «Yo tampoco» Nos quedamos allí, y aunque no sé aún porqué, comenzamos a buscar nuestras
manos, las sostuvimos, las aferramos, las sentimos, nos sentimos.
«No me voy» «Bien» «Bésame» «No» «Quiero...» Hizo la pausa más
larga que le haya visto hacer en medio de una de sus peroratas, tomó algo de
aire, y siguió. «Te quiero a ti, ¿quieres que seamos una pareja convencional? No
respondas, pero cuando te haga daño no tengas el maldito
descaro de echármelo en cara, estás cosas no se aprenden rápido». «Bien».
«Bien», eso es lo que no estoy, pero que más dará ahora,
al fin y al cabo tú me lo advertiste, fui yo quien no te escuchó. No, desde luego, eso no iba conmigo.
Fin del capítulo 1
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