jueves, 22 de diciembre de 2016

De nombres va la cosa

La bolsita de té negro se movía de arriba a abajo, sujeta por los dedos de María. Como toda dinastía, la suya ponía fin para empezar una nueva, con otra Helena, sí, también con hache, muda. Llego quince minutos antes, nerviosa por conocer a la nueva Helena. Se conocieron por un chat, y de pronto comenzó a sentir algo que hacía meses brillaba por su ausencia, un clic. Sintió que conectaban. María es terriblemente impulsiva, así que cuando comprendió que le gustaba esa chica, estuvo dispuesta a lanzarse a la piscina, a abrir de nuevo su corazón o al menos quería intentarlo. Pero por mucha floritura que se le pueda dar a ese momento, o que hubiese podido tener esa historia, lo cierto es que pasó una tarde genial con Helena, pero ella sigue siendo una incógnita, alguien de quien no volvió a saber más, salvo por ligerezas ocasionales como era inevitable debido a su carrera artística. Fue un fallo de consciencia. Aun así, necesitaba haberla conocido, en esa semana se dio cuenta todo. De que la anterior Helena se había convertido en una persona que a ya ni conocía, una idealización. Que ya había olvidado a su ex. Y que su vida necesitaba dar un giro. Ella tenía que evolucionar, y de una vez por todas, se atrevería a soñar. Porque María es fuerte, la que más, pero muy sensible y vulnerable. Toda su vida quiso hacer lo correcto, aunque se equivocara, lo que no supo entonces es que lo correcto o incorrecto no existe. Ahora ya había crecido, y era tiempo de tomar decisiones y afrontar riesgos.
Que nadie os diga nunca lo que tenéis que hacer, y menos si ese alguien es vuestro miedo al fracaso, porque eso se llama cobardía, y no hay nada peor en este mundo que ser cobarde. Va a ser difícil, pero «seamos realistas, y pidámonos siempre lo imposible».

No hay comentarios:

Publicar un comentario