—Seguro que no te has acordado, es eso.
—Déjame de tranqui, que hoy no tengo el día como par…
—Vamos que hoy no tienes el horno para bollos.
—¿Te crees graciosa?
—A ver, ¿te pasa algo?
—Sí, que eres muy pesada.
—Solo te decía lo del regalo en broma, no entiendo como siempre te pones tan tremen…
Estamos paseando por la calle San Juan Bosco, es una de las principales antes de llegar a plaza Mayor. Hay un Carrefour al que he empezado a dirigirme, quiere regalo, pues lo va a tener. Llevo viendo estos últimos días unos bombones que son los únicos que le gustan, y que para variar solo empiezan a distribuirse cuando empieza diciembre, ni antes ni después. Los encuentro, se venden al peso, pero hay bolsas prehechas que valen seis euros, pillo una. Menos mal que no hay mucha cola. Pago. Me está esperando de morros.
—Feliz Navidad. —Y le tiro la bolsa. La coge, se mosquea aún más.
—¿De qué va todo esto?
—Querías un regalo ¿no? Porque está claro que no puedes esperar hasta la fecha, y hoy te apetecía joder un rato, pues ya está, solucionado. —Se fija por un segundo en la bolsa, se sorprende, «son los únicos bombones que me gustan. Aun se acuerda. Es tan pava que ni ser borde le sale» Abre la bolsa y empieza a desenvolver uno.
—Vale. —Se lo mete en la boca, lo mastica y se lo traga. Va a por el siguiente. —Me conformo hasta el veinte y cinco.
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