martes, 20 de diciembre de 2016

Voy a besarte con o sin muérdago

La Navidad está cerca, todo me parece más bonito este año. Tener ilusión es jodidamente precioso. Estoy más feliz, y tengo esa sonrisilla estúpida tatuada en la cara. Me dirijo al centro comercial, entro a mi turno en media hora y no hay nada que me apetezca más que pasear bajo las luces escuchando unos clásicos navideños. Así que adelante «play», gorrito calentito, bufanda mullidita y abrigo. Guantes, no te olvides de los guantes. Pues resulta hasta mágica, una noche estrellada, con frío, olor a castañas, un poco de «Shake it up, shake up the happiness. Wake it up, wake up the happiness. Come on all, it's Christmas time» Al llegar al establecimiento me cambio, vuelvo a estar lista para interpretar mi papel de pingüina y a llevar una pajarita de lo más adorable.
—Hola Luis, ¿cómo ha ido la tarde? —Le digo al encargado, que a decir verdad tendrá cinco años más que yo, así que muy mayor no es.
—Hola Alex, pues bien. Aquí. De momento no ha habido mucho aunque la tarde promete.
—Yo que hoy quería irme pronto.
—¿Alguna cita?
—Sí, con un libro estupendo que me espera para una noche muy sexy.
—¡Qué rarita eres! No sé como tienes ganas de leer después del palizón de estos días.
—Me relaja.
—Para gustos...Oye, ¿esos no son tus amigos?
—Sí, eso parece, vendrán a restregarme que yo trabajo y ellos no.
—Parecen geniales.
—Los mejores. ¿Puedo?
—Adelante.
Me aproximo, les tiendo mi mayor sonrisa, y voy a abordar a mis nuevos clientes. Un par, puedo de sobra.
—¿Qué tal la camarera más buenorra de la comarca?
—Y luego soy yo la antigua.
—¿Y tú qué? ¿No dices nada? —Se lo digo a la morena bonita de ojos saltones, que extrañamente parece triste y algo encrespada.
—Hola Alex, ¿contenta? —Miro al mozo a mi derecha, y pone los ojos en blanco.
—Vale, pues os llevo a la mejor mesa del lugar. Seguidme.
—Oye chicas, que voy al baño. —Se va semi cruzando las piernas, y cuando está lo suficientemente lejos.
—¿Estás bien?
—Sí.
—¿Y ese encrespamiento bajo esa carita de perro pachón?
—No ha sido muy buen día y tampoco he dormido mucho, así que estoy cansada. Y ya sabes que este no colabora.
—Pues este está aquí contigo, ¿por qué no intentas despejarte y olvidarte de todo? —Me hace una mueca como única respuesta —Tranquila, cuando salga de trabajar me paso por tu casa y hablamos ¿vale?
—Pero si terminas tarde y vas a estar cansada.
—Bueno, eso es cosa mía. ¿Me das un abrazo? Corre que ahora no huelo a fritanga. —Sonríe, por fin. El muchachote sale del baño.
—¿Sabéis que estáis debajo de muérdago? Por eso nos has traído a esta mesa ¿no?
—No te flipes que no lo había visto, aunque de saberlo te daba yo a ti un repaso.
—Si ya, de todas formas os tenéis que besar, reglas del muérdago. —La miro, Luis me llama.
—¿Me lo guardas? —Y me marcho. Les pongo en el TPU lo que piden habitualmente y le digo a Luis que están invitados, que haremos cuentas cuando termine.
El sitio se llena de gente y a penas tengo tiempo, más que para llevarles la comanda. Mi supuesta «compi» llega tarde como siempre, y me estoy comiendo yo sola el comedor, si no fuese tan guapa, la habría mandado a la mierda más de una vez.
Después de un buen rato, me logran retener para darme las gracias y despedirse. Laura, que es la muchacha morena encrespada de antes, está mejor y me alegro. Creo que no es plenamente consciente de lo que ilumina cuando sonríe, debería hacerlo más a menudo. Se van.
Me toco el delantal y descubro una servilleta tintada, por lo que me quedo pensando juguetonamente en ese muérdago. Pongo una sonrisilla pícara que Luis interpreta rápidamente.
—¿A qué viene esa cara de coneja?
—No tengo ninguna cara de nada pesao, pásame las bebidas de la cuatro.
—Dirás lo que quieras, pero esa cara la conozco yo y significa muchas cosas, menos nada.
—Luis, estamos trabajando, ¿quieres ser profesional por una vez en tu vida?
—Lo que tú digas. —Me pone las bebidas en la bandeja, yo le doy un beso rápido en la mejilla para que no se enfade, y sigo con el servicio.
A las doce y media ya habíamos terminado, le escribo a Laura para ver si aún quiere que me pase a verla. «Sí, corre». Bueno ésta, ahora ya se ha animado, más bipolar…
—¿Alex, te llevo?
—Pues si no te importa...
—La verdad es que no, así no esperas a Luis, que le queda por hacer la caja.
—Gracias. —Y luego cómo me enfado con ella, si es más maja que las pesetas. Y las camisetas que se me pone, que yo respeto ante todo, pero hija mía, que se me va la vista.
—¿Ya estás?
—Um, sí, vamos.
—Bueno Luigi, marchamos a casa.
—¿Ah, que hoy no te llevo?
—No ha sido premeditado, anda no te ofusques.
—Ya, ya, arrieritos somos…
—Bueno, que nos piramos ya, así que hala, hasta mañana. —Le dice cortante, y menos mal que este es capaz de montar un pollo.
—Hasta mañana, y sed buenas.
—Y tú, que eres muy malo.
Lo primero que hace al salir, es fumar, la verdad es que tiene muchas cosas que desquician esta chica, y esa manía de fumar constantemente me molesta una poquita, pero habrá que aguantarse. Vamos al coche que esta bastante cerca, me fastidia tener que tragarme sus humos en ese espacio tan pequeño, pero ni se entera, va de lo más feliz hablándome de la visita de su chorbo de Barcelona. Así transcurre el viaje hasta llegar cerca de la plaza Santiago.
—¿Me puedes dejar por aquí?
—Pero tú no viv…¿has quedado?
—Voy a ver a una amiga, nada más.
—¿Amiga?
—Sí, amiga. Jobar, para ya que tampoco es para tanto.
—Vale, anda dame dos besos y te dejo con tu amiga.
Nos despedimos, y le pongo a Laura que ya casi estoy. Al llegar a su portal contesta «Bajo»
Abre la puerta, y no entiendo nada, me mira mucho y de manera muy intensa, con esa mirada que pone cuando esta a punto de hacer alguna de las suyas. Se me acerca más, me está acojonando. Me besa. Yo no evito cerrar los ojos y seguirle el beso.
—Menos mal que te has dado prisa, sino el beso habría caducado.
—Ah, pues muy bien. —Pienso «como en la nota» Nos quedamos allí plantadas.
—Bueno, pues digo yo que ya puedes irte.
—¿Perdona?
—Pues eso.
—Pues vale.
—Pero no te enfades.
—Si te parece te doy las gracias. Chao.
¿Será cretina? ¿Pero de qué coño va todo esto? Es que ni siquiera me ha dicho nada más, pues bien.
Llego a casa, cuelgo el abrigo, hay algo en el bolsillo. Un trozo de papel. Lo saco. Hay una frase «Te habría besado con o sin muérdago»

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