viernes, 30 de diciembre de 2016

Islas Georgias del Sur y Sandwich del Sur

—A ver, pues claro que nunca más volverá a ser igual. Eso pasa porque tú y yo ya nos conocemos —están caminando, han quedado para ir juntas.
—Pues yo no lo veo así —cruzaban en ese momento plaza Mayor.
—Porque tú lo ves todo siempre diferente.
—Ya, ahora culpa a mi óptica y no a tu manera simploide de concebir el mundo.
—A ver lista, ¿y se te ocurre otra manera? —están a tres minutos en la zona de Vallecín, donde están las discotecas. La chica se queda un rato pensativa. —Ahí lo tienes, así que te callas.
—Pues mira si se me ocurre algo. Esta noche tú y yo no nos conocemos. Es perfecto.
—¿Cómo?
—Ay hija, que todo hay que explicártelo —en la puerta.
—Ves como llegábamos demasiado pronto.
—Llegamos a tiempo, que los demás sean unos putos tardones no es cosa nuestra.
—A ti te gusta estar esperando a la gente.
—A mí me gusta llegar a la hora, no como a otras.
—Déjalo ya, que tampoco es para tanto.
—Ya.
—Y a ver, ¿cómo «no nos conocemos»?
—Pues eso, yo estaré con mis amigos, y tú con estos, así que podríamos conocernos de nuevo. Hoy es un día estupendo para ello.
—No sé como consigues hacer que tus locuras me parezcan buena idea.
—Porque lo son —se regocija —ya viene mi pandilla.
—Y por allí la mía. Supongo que esto es una despedida.
—Oye —le sonríe.
—¿Qué?
—Que Feliz Año —le extiende los brazos. La mira perpleja —¿No me vas a dar un abrazo?
—¿Pero por qué haces pinzas? Así no se pide un abrazo.
—Porque tu lo digas —pone los ojos en blanco y se acerca.
—Desde ahora no nos conocemos.
—Después del abrazo o seria muy raro.
—En misa la gente lo hace y no es raro.
—A misa van muchos sectarios. Palabras tuyas.
—Y tengo razón.
—Tienes razón —a coro.
—Te he dicho que no nos conocemos —se ríen «como dos desconocidas».

*

—Hola, ¿sabes lo que dicen? —son casi las tres.
—No, pero parece que me lo vas a decir.
—Pues que da buena suerte conocer a gente nueva el primer día del año.
—Nunca lo habría imaginado.
—Pues sí. ¿Probamos? —menos cinco.
—Dale.
—Me llamo Alex, me gusta el azul, ya sé contar hasta diez y este año cumplo cuatro añazos —descojonada.
—Me llamo Laura, creo que eres demasiado joven para estar aquí pero me gustan mucho tus mechas azules —queda un minuto.
—Aburrida.
—Ya, ¿verdad que sí? Lo que tiene la edad —Suenan los cuartos, se preparan para la cuenta atrás.
—¿Tienes moras?
—No. ¿Tú?
—De sobra —pasandole una bolsa clandestinamente —menos mal que nos hemos conocido —«din don» y mora pal cuerpo. La tensión por comerse cada chuche en tiempo se palpa en el ambiente. Última.
—Feliz Año, donde sea que sea.
—Feliz Año Alex, azul, tres años.
—Pues da mejor suerte darse el lote c...—momento en el cual procede a darle la paz de manera poco fraternal.
—Pues sí que ha estado bien conocernos —le guiña un ojo, y se va.

No hay comentarios:

Publicar un comentario